Publicado 06/06/2025 08:52

EEUU.- Trump refuerza su hegemonía en el movimiento MAGA a costa del hombre más rico del mundo

May 30, 2025, Washington, District Of Columbia, USA: United States President Donald J Trump, right, participates in a Press Conference with Elon Musk, Chief Executive Officer, Tesla, SpaceX and X (previously known as Twitter) and Administrator, Department
May 30, 2025, Washington, District Of Columbia, USA: United States President Donald J Trump, right, participates in a Press Conference with Elon Musk, Chief Executive Officer, Tesla, SpaceX and X (previously known as Twitter) and Administrator, Department - Francis Chung - Pool via CNP / Zuma Press / Contac

Un frenético Elon Musk carga contra el presidente en medio de una sensación de fracaso de sus iniciativas y la erosión de su figura

MADRID, 6 Jun. (EUROPA PRESS) -

La ruptura entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el magnate Elon Musk, en perspectiva, no debería representar más que otro episodio del "juego de sillas" que es por norma la Administración Trump, donde la permanencia de los empleados es la excepción más que la regla, pero este caso conlleva problemas particulares para el mandatario norteamericano: se ha granjeado de momento como rival al hombre más rico del mundo, a la catapulta financiera de su campaña y al portavoz indiscutible de uno de los contrafuertes de su mandato, la derecha tecnológica estadounidense.

Las encuestas están de parte del mandatario: un sondeo exprés de YouGov declara que un aplastante 71 por ciento de los votantes republicanos se ha puesto de parte de Trump en esta bronca. Musk sale peor parado de este desencuentro. Abandona la Casa Blanca con una sensación de rotundo fracaso: la aprobación inicial en el Congreso de la "gran y hermosa" legislación presupuestaria de Trump, y el monumental incremento de gasto público que conlleva, invalida todos sus esfuerzos para reducir el tamaño de la burocracia norteamericana.

Para el magnate, su estancia en la administración ha sido tiempo perdido que se ha traducido en una caída en picado de las acciones de su compañía, Tesla, y en la erosión de su imagen pública entre los republicanos tradicionales. Musk, que compró la entonces red social Twitter en 2022 con la intención de salir del "nicho", ha perdido valor en el grueso de la comunidad conservadora.

En términos generales, el de Trump y Musk ha sido un conflicto estructural, ideológico y de carácter, y esto último importa cuando ambos controlan dos plataformas sociales como son TruthSocial en el caso de Trump y X en el caso del magnate, dos pilares de comunicación del movimiento MAGA, la columna vertebral ideológica del trumpismo, cuyos 'influencers' se han visto obligados en las últimas horas a declarar su lealtad a uno de sus los dos bandos y a llamar a la paz entre ambos. Sea como fuere, sus aspiraciones para dar un aura de seriedad a esta corriente han quedado dañadas: su objetivo inmediato, y el del partido en general, es el de poner fin a este "esperpento", explicaron fuentes próximas a ambos al portal de noticias Politico.

La incorporación de Musk a la Casa Blanca en calidad de asesor presidencial amenazó con fracturar el movimiento MAGA desde finales del año pasado, cuando Trump y el magnate defendieron al unísono una iniciativa para potenciar la concesión de visados a trabajadores cualificados extranjeros, una perspectiva intolerable para el ala "nativista" y antimigración del movimiento.

En aquel momento, sin embargo, Musk era prácticamente invulnerable a las críticas, como bastión financiero que era de la campaña de Trump, a la que contribuyó con 250 millones de euros, récord en las elecciones de 2024, a través del organismo recaudatorio Comité de Acción Política América, que contó con la participación de destacadas figuras de la derecha tecnológica norteamericana, como el cofundador de la compañía de análisis de datos Palantir, Joe Lonsdale.

Un ubicuo Musk dedicó las primeras semanas a promocionar su labor en el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), una oscura comisión asesora encargada de reducir el tamaño de la administración norteamericana a través de la eliminación de agencias federales, comenzando por la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID), competencia del secretario de Estado, Marco Rubio.

Esta decisión fue el catalizador de la primera crisis en marzo: una ola en tromba de desmentidos de la Administración contra una información del 'New York Times' que relataba una discusión entre Musk y Rubio en el Despacho Oval, en la que el secretario de Estado acusó al magnate de inmiscuirse en su labor. Fuentes próximas a Trump confirmaron que el rifirrafe había ocurrido pero en términos mucho menos airados de los que describe el diario.

WISCONSIN

Pero si existe un punto de inflexión en la relación entre Musk y la Casa Blanca ocurrió en marzo de este año, durante las elecciones al Tribunal Supremo del estado de Wisconsin. La corte, en manos de jueces liberales, es la máxima instancia judicial de un estado tradicionalmente dividido entre demócratas y republicanos y las elecciones a su composición representaban una oportunidad de oro para instalar a un magistrado conservador.

Musk decidió en ese momento efectuar una demostración de fuerza: lanzar una nueva campaña de recaudación a favor del candidato de Trump, el juez Brad Schimel, en lo que acabó convirtiéndose en un referéndum sobre el impacto político de la figura del magnate dentro de la corriente general del conservadurismo norteamericano. Musk se presentó como un actor radical con tintes supremacistas, que llegó a declarar las elecciones judiciales como una batalla por "el futuro de la civilización occidental". Un mes antes, ya había dado su respaldo público al partido ultraderechista alemán Alternativa para Alemania.

Schimel perdió las elecciones en un triunfo para un Partido Demócrata necesitado de victorias tras su catastrófico rendimiento en las elecciones presidenciales y que aprovechó para hurgar en la herida al declarar a Musk "una figura políticamente tóxica, un enorme ancla que arrastrará a los republicanos al fondo del océano", según comento el presidente del partido demócrata en el estado, Ben Wikler, al 'Wisconsin Examiner'.

Para entonces, las acciones de Tesla habían caído un 13 por ciento entre críticas de los inversores al distanciamiento de Musk al frente de la compañía, objetivo de los activistas contra el magnate, que protagonizaron ataques contra los concesionarios de venta de los vehículos eléctricos de la empresa.

A finales de abril, Musk intentó apaciguar los ánimos declarando, durante una llamada a sus accionistas principales, su intención de desvincularse progresivamente del departamento DOGE para "dedicar más tiempo" a su compañía, desencantado con los resultados de su trabajo. "DOGE se ha convertido en el saco de los golpes para todo. Si algo malo pasa en algún sitio nos echarían la culpa aunque no tuviéramos nada que ver", lamentó al 'Washington Post'.

Semanas después, Musk convirtió este hastío en indignación, al denunciar como una "abominación" el proyecto fiscal de Trump, su "gran y hermosa" ley, que contempla recortes de impuestos y aumentar el gasto militar, y supondrá un aumento del déficit fiscal de 2,41 billones de dólares (2,12 billones de euros) para 2034, según la estimación realizada por la Oficina Presupuestaria del Congreso. Puro "esclavismo", describió Musk ante sus 240 millones de seguidores en X, y el catalizador, avisó, de una "recesión" en la segunda mitad del año.

El jueves, la indignación de Musk degeneró en frenesí, a través de una batería de mensajes, tanto propios como reproducidos, en los que Musk sometió a encuesta la posibilidad de crear un tercer partido político, se hizo eco de peticiones de 'influencers' como Ian Miles Cheong para derrocar a Trump, y acusó al presidente de Estados Unidos de engrosar la "lista" del traficante de menores Jeffrey Epstein.

Trump y su círculo interno se han convertido, paradójicamente, en la voz de la razón. Fuentes de Politico apuntan a esfuerzos de reconciliación -- o, como mínimo, de no agresión -- en las últimas horas, y restado importancia al desencuentro. Donald Trump, al fin y al cabo, sigue siendo el presidente de Estados Unidos, y el caos es su constante, como ya avanzó durante su primera administración en 2018, en respuesta a la pregunta de por qué tanto cambio en su gabinete: "A la gente que hace mal su trabajo, la echo. Yo no lo llamaría caos. Lo llamaría ser un tipo listo".

Contador