Publicado 17/06/2025 07:55

Karam, Momtazul, Asha, Florence y Um Ahmad, la voz de los 123,2 millones de desplazados en el mundo

Karam en brazos de su cuidadora.
Karam en brazos de su cuidadora. - ALDEAS INFANTILES

MADRID 17 Jun. (EUROPA PRESS) -

Conflictos armados, violencia y desastres naturales dejan ya 123,2 millones de personas desplazadas en el mundo. Un dato que ha recordado Acnur con motivo del Día Mundial de los Refugiados que se celebra este viernes, 20 de junio.

Coincidiendo con esta fecha, ONG han puesto el foco en las personas refugiadas y en pedir protección para aquellas que se han visto obligadas a desplazarse. Con este objetivo, el Comité de Emergencia Español quiere poner nombre a algunas de las millones de historias de personas que han tenido que huir.

Karam (nombre ficticio) ha sobrevivido a desplazamientos internos continuados desde su nacimiento, en abril de 2024. A su madre la hirieron y murió durante el parto, así que apenas había cumplido un día de vida cuando un equipo de rescate lo llevó a la Aldea Infantil SOS de Rafah, en la Franja de Gaza. Como ningún miembro de su familia estaba vivo, las autoridades locales decidieron que Aldeas Infantiles SOS cuidase de él.

El pequeño es uno de los 46 niños que viven en el campamento de Aldeas Infantiles SOS en Al Mawasi, cerca de Khan Younis, al sur de la Franja. Todos ellos son víctimas de los desplazamientos internos causados por la guerra, como otros 1,9 millones de personas, el 90 % del total de la población.

Desde su campamento temporal, el trabajo de Aldeas Infantiles SOS no solo se centra en cubrir sus necesidades básicas: incluye apoyo psicosocial, atención al trauma, búsqueda de familiares y actividades educativas y lúdicas. "Su primer cumpleaños fue como un festival. Bailamos, cocinamos y cantamos juntos. No solo estábamos celebrando su vida, también la fuerza de nuestra comunidad", ha explicado su cuidadora, Basma.

Momtazul tenía 10 años cuando llegó al campo de refugiados de Cox's Bazar, en Bangladesh. Él y su familia forman parte de la etnia minoritaria musulmana de los rohingya y tuvieron que salir huyendo de Myanmar cuando los militares atacaron su aldea. "Cuando llegaron, torturaron a los hombres más jóvenes y a los adultos y después los mataron. Una noche, a la hora de la cena, los militares vinieron a casa y nos atacaron. Mi familia y yo lo dejamos todo y empezamos a correr y correr". Tras siete días, consiguieron llegar a la frontera. "Después tuvimos que esperar cuatro meses hasta que pudimos entrar a Cox's Bazar, donde nos dieron comida y refugio", ha narrado.

Momtazul forma parte de los proyectos que Educo lleva a cabo en el campo de refugiados. Además de cubrir las necesidades más básicas, la organización desarrolla programas de educación para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que viven allí. "El derecho a la educación es el primero que pierde la infancia refugiada o que vive una situación de emergencia y el último que recupera. Esto tiene un impacto enorme", ha explicado Paula San Pedro de Urquiza, coordinadora de Incidencia Política de Educo.

FLORENCE, DEFENSORA DE LOS DERECHOS DE LA INFANCIA

Florence tenía solo seis años cuando huyó de la República Democrática del Congo junto a su madre, tras la desaparición de su padre en medio del conflicto. Encontraron refugio en el campo de personas refugiadas de Dzaleka, en Malawi. Allí, aunque Florence creció enfrentando barreras como el hacinamiento, la discriminación y la falta de oportunidades educativas, recobraron el sentido de la seguridad: "Aquí nos sentíamos a salvo", recuerda.

Ahora, con 18 años, Florence se ha convertido en una firme defensora de los derechos de la infancia, especialmente de las niñas refugiadas, a través del Parlamento Infantil de Dzaleka, una iniciativa impulsada por Plan International y ACNUR para amplificar las voces jóvenes dentro del campo. "Las niñas deberían poder disfrutar del mundo desde pequeñas", ha afirmado Florence.

Hace años, Um Ahmad llevaba una vida tranquila en la zona rural de Alepo (Siria). Sus sueños se centraban en la educación y la seguridad de sus hijos. Pero cuando el conflicto destrozó su pueblo, esos sueños se convirtieron en una lucha diaria por la supervivencia. "Nunca pensé que sería yo quien necesitaría ayuda", dice. "Pero eso es lo que nos ha hecho este conflicto. Nos hemos convertido en personas que solo intentan sobrevivir".

Tras huir de su hogar, ahora destruido y rodeado de minas terrestres, Um Ahmad ha soportado más de una década de desplazamiento. Ha pasado de un campamento a otro, buscando no comodidad, sino dignidad humana básica: comida, seguridad y esperanza.

"A través de un proyecto de medios de vida y nutrición financiado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA), World Vision ha proporcionado a familias como la de Um Ahmad ayuda vital. "No son solo cajas de comida", dice. "Son mensajes de que alguien todavía se preocupa. De que no nos han olvidado. De que alguien nos ve".

La historia de Asha y su familia es parecida a la de las más de 1.000 personas que llegan cada día a campos como el de Renk. La mayoría son mujeres y niños que vienen sin nada, hambrientos y deshidratados tras un largo y peligroso viaje. Aquí se ven obligados a vivir en tiendas improvisadas construidas con palos y trozos colgados de ropa. No tienen camas y duermen al aire libre en colchonetas finas como el papel, en campos superpoblados que están teniendo que acoger a cinco veces más personas de su capacidad.

En los centros de acogida como este, disponer de suficiente agua limpia y alimentos es crucial para la supervivencia de miles de familias. Desde Oxfam Intermón, junto a sus socios locales, proporcionan agua potable y saneamiento para más de 110.000 personas. Sus equipos también están construyendo letrinas y duchas y entregando kits de aseo, kits menstruales y difundiendo información sobre medidas sanitarias

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